
Agradecemos a NetEase Games por una copia de Rusty Rabbit para PS5.
Desarrollador: Nitro Plus | Género: Acción, Aventura, Plataformas, 2.5D |
Editor: NetEase Games | Clasificación: +10 años |
Jugadores: 1 jugador | Plataforma: Switch, PC, PlayStation. |
Estreno: 17 de abril, 2025 | Idioma: Español, Inglés. |
Rusty Rabbit – Plataformeo, mechas, conejos y una historia que se clava como tornillo en el corazón oxidado del jugador.
Desarrollado por NetEase Games en colaboración con NITRO PLUS, Rusty Rabbit llegó a PlayStation 5, Nintendo Switch y PC (Steam) este 17 de abril, trayendo bajo el brazo una propuesta que, aunque a primera vista parece un homenaje a los juegos de plataformas de antaño, esconde mucho más bajo la superficie. Porque sí, tiene la vibra de MegaMan X y la estructura de un Metroidvania, pero también una narrativa rica, un sistema de progresión que brilla como metal pulido, y un protagonista con más corazón que muchos héroes triple A.

Aquí no controlas a un guerrero legendario ni a un cazador de monstruos épico, sino a Stamp, un conejo viejo, terco y melancólico que pilotea a Junkster, un robot hecho de chatarra, para explorar ruinas, buscar piezas del pasado… y, quizás, redimirse.
¡Checa el tráiler de lanzamiento de Rusty Rabbit!
Jugabilidad que brinca entre el pasado y el futuro.
Desde el primer brinco se siente que Rusty Rabbit está diseñado por gente que ama el plataformeo clásico. Saltar, esquivar, atacar y usar habilidades en cadena nos da esa sensación de precisión y adrenalina que cualquier fan de MegaMan va a reconocer y disfrutar.

Lo interesante es cómo evoluciona. El juego no se queda en el “retro por retro”, sino que incorpora mecánicas modernas como el árbol de habilidades, equipamiento con efectos pasivos, fabricación de armas y personalización total del mecha. Lo cual no solo te permite adaptarte a tu estilo de juego, sino que te invita a experimentar builds, desde velocidad y evasión hasta daño masivo con armas cuerpo a cuerpo o a distancia.

¿Te gusta el plataformeo rápido? Puedes mejorar el dash, reducir el cooldown y aumentar el alcance. ¿Prefieres disparar desde lejos? Hay builds para eso también. Y lo mejor: no hay penalización por equivocarte, puedes ajustar tu build y probar cosas nuevas constantemente, lo cual se agradece en un juego que se vuelve progresivamente más difícil.

Junkster: tu robot chatarrero con alma de héroe.
La relación entre Stamp y Junkster es uno de los pilares emocionales del juego. Aunque Stamp sea un tipo duro, con sus diálogos cargados de sarcasmo, se nota que hay historia detrás, y muchas de sus motivaciones se van revelando conforme recolectas chatarras y restauras piezas del pasado.

Junkster, por su parte, se siente como una extensión de ti. A medida que avanzas, lo mejoras no solo con stats, sino con piezas visuales. Cambiarle el brazo o los colores no solo es estético: también influye en la jugabilidad. Esta combinación entre progreso mecánico y visual genera un vínculo entre el jugador y su historia que se descubre pieza a pieza.

Una historia que se descubre pieza a pieza.
En medio de las minas oxidadas y los pasillos ruinosos de Rusty Rabbit, se esconde una narrativa más densa de lo que parece. El juego podría haber optado por dejar todo en el gameplay, pero no. En cambio, construye un mundo postapocalíptico habitado por conejos antropomorfos donde cada personaje tiene algo que decir.

Claro que si te gustan los modos historia, aunque tengo que decir que es un poco pesado, sobre todo cuando enfrentas a un Big Boss, aunque tienes la opción de «skip» para pasar los diálogos.

En Brass Village, la base del protagonista, se puede hablar con varios NPCs que ofrecen misiones, diálogos opcionales y hasta comentarios filosóficos sobre el estado del mundo. No es puro relleno: todo esto alimenta la ambientación, y muchas veces da pistas sobre lo que está por venir.

Además, la forma en que se cuenta la historia —con un estilo visual que recuerda a una novela visual o manga digital— tiene su propio encanto. Le da ese toque de “anime indie underground” que uno encuentra en joyitas como Made in Abyss que recuerda, salvando las distancias, a títulos como NieR: Automata o Titanfall 2.

Mazmorra Aleatoria: roguelike con patitas.
Aquí es donde el juego dice: “ok, ya te conté mi historia… ahora veamos si sabes jugar”. La Mazmorra Aleatoria es una de las mejores adiciones del título. Al puro estilo roguelike, cada entrada cambia el diseño de los pisos, los enemigos y las recompensas. Y lo mejor: los 100 pisos no son solo para masoquistas, sino para quienes quieren loot especial, desafíos crecientes y jefes con versiones potenciadas en el Índice de Bestias Oxidadas.

Lo bueno es que puedes enfrentarte a estos retos cuando tú quieras. No es obligatorio para terminar el juego, pero sí muy recomendable para quienes quieren exprimir cada mecánica del sistema de combate y ver de qué están hechos.
Ah, y si eres de los que necesitan platinarlo todo… sí, aquí hay material para rato.
Estética oxidada, pero con corazón brillante.
Visualmente, Rusty Rabbit no compite con producciones millonarias, pero tiene un estilo propio que enamora. Fondos industriales, ruinas melancólicas, y personajes bien diseñados logran una identidad visual que recuerda al mejor cyberpunk de los 90.

Las animaciones son limpias, los efectos visuales tienen peso, y los diseños de enemigos y jefes están llenos de imaginación. Algunos parecen sacados de Battle Angel Alita, mientras que otros tienen ese “toque mecha adorable” a lo Gurren Lagann.

Y la música… ¡uff! Alterna entre temas ambientales que te meten en mood explorador, y tracks dinámicos para el combate que levantan el ritmo justo cuando lo necesitas. Incluso hay momentos en los que el soundtrack se vuelve nostálgico, subrayando perfectamente el tono del juego.

Aspectos técnicos: ¿cómo corre en PS5?
Durante nuestras sesiones en PlayStation 5, el juego se comportó de maravilla. No notamos caídas de frames, los tiempos de carga son casi inexistentes, y la interfaz está pensada para ser intuitiva tanto en combate como en los menús de mejora.

¿Bugs? Un par de glitches visuales menores, pero nada que rompa la experiencia. Incluso el mapeado de botones se puede ajustar, lo cual es clave en un juego de reflejos como este.

También destaca el uso sutil del DualSense, con vibraciones leves en ciertas acciones, como cuando extraes recursos o aterrizas después de un salto largo. Pequeños detalles que suman a la inmersión.
Rusty Rabbit no es solo un juego de plataformas con conejos mecha, es una carta de amor al jugador retro con corazón de explorador.
Rusty Rabbit es uno de esos títulos que podrían pasar desapercibidos, pero que se quedan en la memoria por todo lo que logran con creatividad y alma. Es adictivo, desafiante, emotivo y, sobre todo, honesto con su propuesta.

No intenta reinventar el género, pero lo pule con tanto cariño que termina brillando. Es ideal tanto para quienes crecimos con el control en la mano desde los 8 bits, como para nuevas generaciones que buscan algo diferente, con personalidad y sin fórmulas vacías.

Y seamos honestos… ¿cómo decirle que no a un conejo viejo con un mecha oxidado y un pasado que busca redención?