Agradecemos a 11 bit studios por proporcionarnos una copia de Indika para la elaboración de esta reseña.
Indika es un juego en tercera persona en el que vivirás una historia ambientada en un extraño mundo en el que las visiones religiosas colisionan con la dura realidad. En él se cuenta el viaje de autodescubrimiento de una joven monja con un compañero con cuernos de lo más inusual.
Por fuera, Indika parece la típica monja que intenta adaptarse a la dura y monótona vida del monasterio. Aunque su aspecto es humilde e inocente, no te dejes engañar, porque la joven muchacha tiene un conocido de lo más peculiar: habla con el mismísimo diablo.
Antes de comenzar…
Indika es un cautivador juego indie creado por el equipo de Odd Meter, que, originalmente radicado en Rusia, se vio obligado a abandonar su hogar al inicio de la guerra en Ucrania y mudarse rápidamente a Kazajistán para continuar con su trabajo.
Entre las mentes detrás de este proyecto se encuentra Dmitry Svetlow, un arquitecto con una profunda pasión por los videojuegos. Svetlow fusionó su experiencia infantil, marcada por frecuentes visitas a un monasterio, con su deseo de crear algo completamente innovador. Su objetivo no era basarse en la religión en sí, sino el de explorar la verdadera naturaleza del ser humano y sus complejidades más profundas.
Si quieres saber un poco más sobre el desarrollo del juego, te recomendamos visitar la entrevista de Alexa Ray Corriea con Dmitry Svetlow, puedes acceder a ella dando clic aquí.
El viaje de Indika
Esta es la historia de una monja llamada Indika, quien mantiene una conversación con el Diablo y se embarca en una misión fuera de su convento. Por otro lado, nos encontramos con un prisionero fugitivo que habla con Dios. A pesar de sus diferencias, ambos personajes inician una aventura que, aunque aparentemente los opone, los une de manera inesperada.
En el camino, veremos a Indika luchando con su fe, involucrándose en discusiones filosóficas sobre la naturaleza del pecado y reflexiones que, quienes hemos tenido contacto con la vida religiosa (voluntaria o no), nos hemos planteado en más de una ocasión: ¿Qué es un alma? ¿Puede un perro tener alma?
Todos estos dilemas se entrelazan en un oscuro viaje por la brutal tundra rusa, lleno de sorpresas, terrores y una atmósfera maravillosamente sombría, con un toque de humor negro y seco que lo hace más llevadero. Aunque es una historia que no sigue las convenciones tradicionales, su mezcla de estilos la convierte en algo único, lo cual, lejos de ser una desventaja, la hace aún más intrigante.
El desarraigo, la aventura y la búsqueda de fe
Para esta reseña, quise impregnar un poco de mi experiencia personal con el juego, ya que probablemente fue esa conexión la que me enganchó tan rápidamente con su tono y temática, la cual, siendo honestos, no se ha explorado mucho en otros títulos. Desde pequeña, estuve en escuelas privadas católicas, y mi imagen de las monjas no es la de esas dulces siervas de Dios, sino la de figuras estrictas y a veces brutales, que representan el trato severo que puede implicar un estilo de vida dedicado por completo a Cristo, con todas las responsabilidades y exigencias que ello conlleva.
Desde el inicio, Indika establece este tono de manera efectiva, y pronto nos damos cuenta de que hay algo oculto en la historia que no se revela en las primeras escenas. Observamos cómo las monjas rechazan a Indika y hacen todo lo posible por evitarla, rozando lo cruel y estricto. Rápidamente, se nos da un primer indicio de que ella está siendo frecuentemente atormentada por visiones, pero no sabemos si se trata de un trastorno mental o si realmente es el Diablo quien le está hablando.
Sin duda, Indika opta por la segunda opción, y es fascinante ver cómo el Diablo saca a relucir todo aquello que una adolescente rebelde, como ella, naturalmente expresaría si no estuviera sometida a un estilo de vida tan rígido.
Indika recibe una carta que debe entregar a un monasterio lejano. Es una oportunidad de escapar, pero también un prospecto desafiante, ya que el juego está ambientado en una versión alternativa de la Rusia del siglo XIX, donde las cosas son, francamente, bastante sombrías y peligrosas en todas partes. Este un lugar miserable, donde no solo los lugares, sino la misma gente es hostil y fría.
El dilema de las creencias y el encuentro con Ilya
Después de comenzar su aventura, Indika se encuentra con un prisionero fugitivo llamado Ilya, un hombre con un brazo infectado que cree firmemente que Dios le ha hablado y le ha trazado un plan para sanar. Durante gran parte del juego, Indika e Ilya viajan juntos, pero este elemento externo le comienza a plantear preguntas sobre sus creencias y mutuamente se ven envueltos en debates religiosos y filosóficos que son bastante bien presentados y no se sienten intrusivos en el juego.
Si alguna vez has reflexionado un poco sobre la religión, probablemente hayas tenido las mismas conversaciones o versiones de ellas con amigos o contigo mismo, lo que nos permite reflejarnos tanto con Indika como con Ilya. Eso está bien, porque no hay mucho terreno nuevo por recorrer cuando se trata de la religión, y aunque son temas familiares, la historia de Indika enfrentándose a la pregunta de si realmente vale la pena dar su vida a Dios en enclaustro. Algo muy acertado es mezclar estos temas con un humor ligero y hasta oscuro que hace que todo sea más digerible y ameno.
Pero, ¿entonces de qué trata el juego?
La jugabilidad de Indika es una mezcla interesante de varios géneros de videojuegos, que van desde simuladores de caminatas hasta sistemas de toma de decisiones que nos permiten construir nuestro propio sistema de valores, e incluso mini juegos arcade que rompen el tono sombrío del juego en momentos tensos.
En pocas palabras, Indika combina exploración, narrativa interactiva y decisiones morales, con un sistema de recompensas sencillo que nos permite desbloquear y personalizar nuestro propio árbol de valores. Al adentrarnos en esta aventura por la tundra rusa, debemos tomar decisiones rápidas y lógicas para abrir puertas, encontrar caminos y recolectar objetos que nos permitan seguir avanzando en la historia. ¿Y qué tiene que ver el Diablo en todo esto? Aquí es donde la particularidad de Indika toma fuerza dentro de la jugabilidad.
La protagonista, Indika, está atormentada por visiones que nos mantienen en constante duda sobre lo que realmente está sucediendo: ¿son alucinaciones o el Diablo realmente le habla? Estos momentos de duda se presentan en una dualidad que, cuando se maneja bien, nos permite salir de lugares complicados o resolver rompecabezas que dificultan nuestro avance. Estos momentos se distinguen por un ambiente rojo, sombrío y macabro, donde escuchamos la voz del Diablo, pero que al presionar los gatillos, comenzamos a orar y regresamos al estado normal del entorno, silenciando las voces que nos atormentan.
Aunque en muchas ocasiones no sabemos lo que debemos de hacer a la primera, y el control se vuelva bastante inestable, aunque no al punto de desesperarnos. En conjunto, la jugabilidad de Indika se destaca por su integración con la narrativa, ofreciendo una experiencia única que no habíamos visto en ningún otro título anterior, y que definitivamente marca el tono de lo que podemos esperar del equipo de Odd Meter.
Un mundo extraño, pero hermoso
El mundo de Indika es bellamente sombrío. El ambiente es fascinante, una mezcla de realismo y rareza surrealista que no estamos acostumbrados a conocer, especialmente aquellos que vivimos en Latinoamérica. Por un momento, caminas entre un conjunto de edificios en ruinas cubiertos de nieve, y al siguiente, te encuentras en un deshuesadero de metal, donde cualquier pequeño objeto podría quitarte la vida o, al menos, provocarte tétanos.
Para un juego que se acerca al género de «walking sim», hay una cantidad significativa de caminatas y diálogos. Por eso, los escenarios majestuosos juegan un papel fundamental para mantener el interés del jugador, y los desarrolladores aciertan completamente en este aspecto. Los paisajes grandiosos, las expresiones de los personajes y la variación de tono en el juego están muy bien logrados.
Al entrar en las pequeñas cabañas abandonadas en medio de una guerra, las marcas de hambruna, los objetos personales dejados atrás y los pequeños altares religiosos dispersos por el entorno están bellamente cuidados. Nos impresionó que un juego indie pudiera lograr tal nivel de detalle, recordándonos que no solo las grandes industrias tienen la capacidad de crear juegos de calidad, sino que los estudios independientes tienen mucho que ofrecer.
La música y el sonido como potenciadores de la experiencia
La música y el sonido de Indika son elementos cruciales para sumergirnos en su atmósfera sombría y única. La banda sonora, cargada de tonos melancólicos se adapta perfectamente al entorno, acentuando la tensión y el misterio en cada momento. Momentos que logran romperse con tonos animados y de 8bits cuando nos encontramos con los mini juegos arcade que nos permite explorar nuestro pasado. Una dualidad que aunque extraña, logra funcionar.
Los efectos de sonido, desde el crujir de la nieve bajo los pies hasta los ecos distorsionados de las visiones de Indika, refuerzan la sensación de que estamos atrapado entre lo real y lo sobrenatural. La mezcla de silencio tenso y música minimalista crea una experiencia auditiva que se lleva las palmas en este título.
En conclusión…
En cuanto al juego en sí, Indika no es necesariamente el tipo de título que se destaque por su jugabilidad o dificultad. Si lo que buscas es un juego lleno de acción constante, probablemente este no sea el adecuado para ti. Sin embargo, si te atrae una historia profunda que aborda temas como la religión, la filosofía, el libre albedrío, el pecado, y presenta tanto a Dios como al Diablo de manera tangible, Indika ofrece un viaje fascinante.
En un mundo donde muchos juegos parecen ser meras repeticiones de títulos previos, Indika logra destacarse, abordando temas complejos de una forma accesible. Esta propuesta, marca un nuevo nivel para los juegos indie en la industria actual, demostrando que las ideas frescas y atrevidas pueden tener un gran impacto, incluso sin grandes presupuestos.
